por David Gómez Rodríguez
@davidgomez_rp
¡Hay que alimentar a las bestias! Que no mueran de hambre. Míralas, están flacas como un chivo. Antes brillaban y tenían una cola azul que se confundía con el cielo, zaz-zaz iban de aquí para allá, zaz-zaz, rápidas… antes se les veía con sus cabezas rojas dar vueltas sobre los ríos ¿Tu has visto una guacamaya? ¡Igualitas a una guacamaya! Pero con la espalda de un tigre, y tenían el tamaño de un barco y los ojos como un enjambre de luciérnagas. Mango, mango, mango, quiero mango. Zaz-zaz se escuchaban cortando el viento. Hay que darles comida o se van a morir de hambre. ¡No es difícil, chico! Ellas comen mango, las bestias comen mango, les gusta. Aquí hay mucho mango, pero todo el mundo pone cercas. ¿Para qué esas parcelas? Tu te has montado en un avión ¿Verdad? Yo una vez iba volando sobre Quibor y se veían esos cuadraditos por toda la tierra, casi hasta donde se acaba el valle. Y los campesinos a penas con unas cebollas en el lomo y la tierra que le entra en los zapatos y unas esperanzas del tamaño de una asamblea de locos. Pero lo tenían cuadradito todo, tú sabes, allá estan atornillaos. Se agarraron toditicas las matas y hasta el agua. Pero aquí hay una mata, allá está ¿La ves? Antes todos íbamos y agarrábamos los mangos amarillitos, pero luego llegaron estos locos y pusieron esa cerca. ¡Libertad para los mangos! ¡Libertad para los mangos! ¿Tu sabes que los mangos son como soles pequeñitos? Sí, es la fotosíntesis, literalmente una mata de mango transforma la energía lumínica en energía química y entonces nacen esas frutas del color del sol, ¡Quién sabe! Quizá por eso les gusta, porque las bestias tambien comen lava, y el mango es como lava dulce, pero aquí no hay lava, se pueden pasar la vida escarbando como mineros chilenos y nada, a penas una fumarolas por allá por Carora, donde el diablo dejó los interiores y donde por cierto, hay una iglesia con cachos. Ahí hay una mata de mango grandota, dicen que la sembró Alírio Díaz cuando era un carajito. Míralos ahora, a los caroreños, como chivos de la otra banda, dan ganas de llorar en esa cola. Yo no entiendo, ahí parados bajo el sol buscando kiwi, con tanta pepa e’ mango por ahí. Hay como para sembrar tres países de mango y después mandar esa vaina paˋ Rusia hecha mermelada y listo. A los rusos tambien les gusta el mango, pero no tienen matas, solo pinos, gas y nieve. Mira a Ecuador con los cambures, tu sabes que yo una vez compré un cambur ecuatoriano en París. No te rías que es verdad.
Y aquí hay mango parejo, hay mango, mango, hay mango pa’ tirá pal’ techo, para hacer jalea, para hacer jugo, para que las abuelas hagan tortas y las niñas mascarillas para el cutis y champú, hay mango para hacer platos deliciosos y extraños, como los que les gustaban a Dalí ¿Tu sabes que Dalí tenia un chef surrealista? ¿Tu crees que a Dalí le gustaba el mango, como a Miranda? ¿Tu crees que Miranda cuando anduvo caminando por los palacios de Catalina la Grande y miró aquellos jardines repletos de nieve pensó alguna vez en los mangos y se mordió los labios? ¿Que frutas habrá comido Miranda en esos palacios? ¡No te rías, diente pelao! Zaz-zaz. Tu sabes que yo no estoy loco. Miranda llegó a un palacio en Moscú y escribió el 14 de mayo de 1787 “Al Kremlin, donde me aguarda el custodio, señor Kogen, Consejero actual de Estado, para quien traje carta del Príncipe Potemkin. Me recibió con sumo agrado y procedimos a ver el Tesoro. Subimos por la escalera roja que llaman, a causa de estar cubierta de este color o porque en ruso es expresión de cosa selecta, por donde sólo los soberanos podían montar en otro tiempo —bastante mal, por cierto— y entramos en los cuatro apartamentos principales que contienen grandísimo número de vestidos, vasos, vajilla, joyas, coronas, bandejas de oro y plata, etc., la mayor parte anticuallas de los zares, mas de mucho valor el todo. Distínguense entre otras cosas, las coronas de Siberia, Kazan, Astrakán y Rusia; una gran silla de oro y plata embutida de piedras preciosas, hecha en Persia. Otra en que Iván y Pedro I se sentaban, y una ventana cubierta por donde la hermana Sofía oía e influía en los hermanos”, pero no dijo nada del mango, aunque yo sé que tenía ganas. Ahhh pero tu crees que yo estoy loco, como las serpientes esas que trancan los barcos con cercas. Zaz-zaz.
Sácame de aquí, vamos, vamos, tú puedes y después organizamos todo. Yo puedo despertar a las bestias, pero antes hay que liberar a esa mata. No podemos dejar a esa mata presa. ¡Pobres locos! Los locos tambien comen mangos, yo los vi con la cara llenita de pulpa, chupando y tirándose las pepas como locos. Tú sabes, como locos-locos. ¡Ríete, que eso si da risa! Locos como locos. No locos como tu, que no pareces locos, o como yo, que no tengo miedo de otros locos. Vamos a dar vueltas, cuando das vueltas todo queda moviéndose, me gusta que las cosas se muevan. Me gusta cuando salto y las piedras saltan, me gusta sentir como la tierra camina. Cierra los ojos ¿Tu sientes como la tierra se mueve? ¡Es tan lindo!
Quiero mangos, quiero mangos. Dame un mango. Vamos. Esa mata será de todos, vamos a liberar a la mata. ¡Todos conmigo, vamos por la reconquista de la mata de mango! Los que quieran mango vengan conmigo, las hormigas tambien, en fila y por montones, ya tenemos infantería. Ahora hay que cuadrar con las abejas y tendremos aviación. Hay que darle mangos a todos. Si en este país hay tanto mango ¿Por qué no? Ahhh pero yo soy el loco, y Cristo no, que andaba repartiendo pan. Debería haber un onceavo mandamiento, “Compartiras el mango con todos y todos contigo y esa será mi iglesia”. Zaz-zaz.
Míralos, tan bonitos que eran, ahora parecen chivos mordiendo ramas viejas, ya ni vuelan, míralos a las orillas de la carretera, deambulando, arrastrando las pezuñas partidas de tanta piedra. Antes tenían unas uñas que parecían de un metal precioso, ya no sirven ni para quitarles la corteza y hacer ranchos de lata, porque con este calorón vivir en una lata es como vivir en un horno y nadie quiere estar loco y asado. Igual los gringos se quedaron con la boca abierta, hay casas por todos lados, ahora hay más casa que harina en los abastos y chivos en Siquisiqui, pero en Siquisiqui no hay hospital, lo que si hay es maíz y una gente haciendo arepas mientras baila dando vueltas, y chicha. ¿Tu conociste a la reina Maria… y a Anatasia? Ellas tambien veían a las bestias, yo las conocí, y al capataz. ¿Es que tu crees que Miranda es el único que conoce reinas? El entró a los palacios de Moscú y San Perterburgo, pero yo entré a los espirales del reino ayaman, y ahí, fuera del tiempo, nos sentamos a hablar de las coronas con rubíes y granos de caraota.
Te voy a decir un secreto, yo tengo a una bestia chiquitica, esta bebé. Sí, sí. Le doy comidas todas las mañanas, cuando aparece el alba. Tu sabes que yo tengo lava en la saliva, eso no es un secreto, todo el mundo lo sabe, por eso me metieron aquí, porque me puse como loco a escupirle la cara a los hipócritas. Zaz-zaz. Deja de mirarme la boca. Suelta. Cuidado que te quemo. No toque, no toque. No te escupo porque eres mi amigo. ¡Deja de reírte, que es en serio, deja de reírte! Escucha, yo le doy todas las noches un poquito de saliva para que vaya creciendo. Aqui la tengo, en el pecho, en el ocaso me sale por la boca y después se mete por mi ombligo, y se queda en la barriga jugando toda la madrugada y cuando amanece, sale a comer y luego se me mete en un pulmón a dormir, ahí entra brisa y respira conmigo. Por eso los locos dicen que brillo en la noche, pero nadie les cree porque estan locos. Brillo porque la bestia abre los ojos cuando yo sueño.
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