por Julio Escalona
No tengo duda alguna del acierto de Chávez cuando llamó a convertir las comunas en la base para transformar nuestra sociedad. Por eso su frase: comuna o nada. Las comunas han ido echando raíces por los cuatro puntos cardinales. El entusiasmo y la fe son sentimientos que brotan con la fuerza del destino. Recientemente he visitado la comuna Palito Blanco, en Maracaibo, El Maizal, entre Lara y Portuguesa y Pio Tamayo, en Barquisimeto. En artículo anterior, relaté como esta comuna resolvió un problema de financiamiento apoyándose en la comunidad y ello le permitió echarse a andar.
Especial mención merece el encuentro nacional comunero realizado el fin de semana pasado en El Maizal, superando 200 delegados de todo el país. Debo resaltar la madurez y profundidad de los debates, reflexiones y conclusiones. Con conciencia de que son poder popular. Una gran familia que fortalece una ética de la solidaridad, de protección a los más vulnerables: niños y ancianos que forman parte activa de la comunidad y de las prácticas productivas sin explotación. Van derrotando la guerra de precios. No especulan. Es un precio justo de carácter colectivo.
La derecha trata de desacreditarlas o ignorarlas. En Palito Blanco han pasado a la acción y a través de bandas criminales, ya han asesinado 11 comuneros y mantienen asediado al principal líder, Junior Mujica. En el Maizal hay una amenaza colectiva: sobre los fértiles y umbríos campos y la población dedicada a proteger la tierra mediante prácticas ecológicamente sustentables, pende la intimidación de convertirla en una zona minera. En la montaña llamada La Vieja, se han descubierto minerales estratégicos, lo que ha despertado el apetito de las oligarquías aliadas del capital transnacional, que pesan sobre funcionarios gubernamentales. Invocan al demonio para que les permita llenar estos campos de vías férreas, talar árboles y sustituir los frutos de la vida, por la vocinglería y las drogas del campo minero, hermano del campo petrolero, y destruir el ¡Tenemos patria! de Chávez, por el prostíbulo transnacional administrado por los capataces que dirigieron la economía de puerto que no hemos dejado de ser y retrotraernos a la esclavitud y la servidumbre con la que Bolívar y Zamora trataron de romper y Chávez, recogiendo ese legado, nos demostró, entregando su vida, que un mundo nuevo es posible. Y el pueblo venezolano echose a andar y Maduro, marcha en la vanguardia, siempre amenazado por una burocracia antipueblo.