Publicamos por aquí un texo del 2015 del camarada sandinista nicaraguense Ramón Rodríguez en su grupo “Hablando de todo”, por ser un excelente texto que reconstruye sinteticamente la historia sumamente criminal del imperialismo estadounidense.
¿QUIÉN ES LA AMENAZA AQUÍ? (PARTE 1)
por Ramón Rodríguez
Estaba leyendo, que en Venezuela están recogiendo firmas para que le presidente Nicolás Maduro Moro se las haga llegar al presidente de Estados unidos Barak H. Obama, en el marco de la cumbre de las Américas a celebrarse en Panamá en abril próximo, en donde se le interpelará por la insólita postura del gobierno que él dirige, de declarar a la patria de Bolívar como una amenaza inusual para el pueblo y gobierno de Norteamérica. Me parece muy loable esta gestión de nuestros hermanos venezolanos, pero creo que deben de ir más allá de la simple levantada de firmas. Y creo poder explicar el porqué de mi visión de las cosas.
Ya una vez el ahora extinto presidente Hugo Chávez Frías, le había entregado un volumen a Obama del libro de Eduardo Galeano “Las venas abiertas de América Latina”. Pero suceden dos cosas. O bien no lo leyó, o si lo hizo, desconoce a profundidad la historia de nuestras desiguales relaciones norte – sur. Debería el presidente Maduro, entregarle a Obama, una cronología breve de las intervenciones armadas, políticas, de los golpes de estado patrocinados desde las oficinas del departamento de estado yankee, de las políticas económicas impuestas a nuestros pueblos por los afilados colmillos de los banqueros de Wall Street entre otras medidas interventoras y violatorias del derecho internacional y de la soberanía de los pueblos. Eso entre muchas medidas más, unas a ojos vistas y la mayoría encubiertas por la nefasta agencia de inteligencia norteamericana llamada C.I.A. que actúa desde las embajadas en nuestros países, con la complicidad de nuestros propios ciudadanos de la derecha local.
Trataré de hacer un breve esbozo (cosa harto difícil dado que la información da para varios libros) de estas intervenciones de diferentes tipos y sus consecuencias, para al final del camino, ver quien es la verdadera amenaza para nuestro continente. Claro, como es de suponer, muchos no leerán esto, o bien, harán de oídos sordos a esta pequeña cronología. Los más descarados, seguro hasta avalarán estas medidas unilaterales de los distintos gobiernos de los Estados Unidos, que en algún tipo de coyuntura lograron poner la bota militar en nuestros suelos patrios, no así, poder vencer la resistencia de nuestra gente que desde siempre se negó a ser una más de las estrellas de su infame bandera.
Vamos a tratar de desenmascarar la política agresora y agresiva, que des siempre han tenido los políticos del norte, queriendo hacer de nuestros países el patio trasero de su propia nación. Todos sabemos, que dichas políticas, siempre han buscado la expoliación y el robo de nuestros bastos recursos naturales, así como de nuestras posiciones geo-estratégicas, que servirían como una cabeza de playa para futuras guerras norteamericanas en el mundo entero. De eso ya se han escritos ríos de tinta.
Antes fue el nefasto destino manifiesto, pasando por la doctrina Monroe, la diplomacia del dólar, el gran garrote, la política de “buena vecindad” hasta llegar a nuestros días con la ya cacareada guerra contra el terrorismo. Y el terrorismo sale desde sus propias oficinas.
A partir de los distintos levantamientos independentistas que se dan en Nuestra América hispana, los Estados Unidos provocan guerras y divisiones en la parte sur del continente, por razones más que obvias. Juntos y unidos seríamos presa difícil para la gallina en forma el águila ( como lo dijo Sandino), que está plasmada en su escudo.
De ahí se derivan un sinnúmero de guerras intestinas en América latina, apoyadas y dirigidas desde Washington con la única finalidad de ellos tener la excusa de invadir o amenazar a la región con la muy gastada frase de “proteger los interés americanos en la zona”. Vaya descaro.
Como la historia de estas políticas es tan larga, vamos a comenzar por nuestros hermanos mexicanos, que han sido desde siempre, las principales víctimas del terror expansionista de los pacíficos y asustados gringos. Veremos a continuación, quien tiene razón de sentirse amenazado.
EL DESCUARTIZAMIENTO DE MÉXICO
Texas — con un territorio más grande que Francia — siempre había pertenecido, desde la llegada de los conquistadores, a la corona española, luego a México independiente.
Las autoridades coloniales mantenían un control relativo gracias a la acción combinada de guarniciones militares y de misioneros católicos, localidades llamadas Presidios.
Desde el siglo XVIII, familias españolas se habían instalado en Texas. Pero hacia 1817, un proceso de infiltración -“inmigración clandestina” se diría hoy en día — comenzó a desarrollarse. Así, norteamericanos, alemanes, polacos, incluso oficiales y soldados del ejército de Napoleón fueron expulsados por las autoridades después de incidentes habidos con la población española católica.
Las verdaderas dificultades comenzaron, cuando 300 familias anglosajonas fueron autorizadas por el Congreso mexicano, a establecerse en 30.000 hectáreas de tierras asignadas gratuitamente e introdujeron la esclavitud — que había sido abolida en México -, pero el gobierno aceptó hacer una excepción, autorizando la instalación de los nuevos colonos. Este “pequeño error” lo pagaría caro el pueblo de Benito Juárez.
En diciembre de 1826, el aventurero Hayden Edwards proclamó la “República Libre de Fredonia”, que fue rápidamente aniquilada por el ejército mexicano. Otro intento independentista también fracasó al año siguiente. Sugestivamente comenzaron a aparecer en varios estados de la Unión , algunas publicaciones que denunciaban a México como culpable por haberse “apoderado” de Texas.
En 1835, cuando fue proclamada una nueva constitución -que será el origen de un conflicto entre federalistas y centralistas — el colono yanqui Stephan Austin proclamó la independencia de Texas. Los Estados Unidos aprovecharon entonces la ocasión, la cual favorecía sus anhelos expansionistas, enviando barcos cargados de armas desde Nueva Orleans.
México quiso por su parte hacer respetar su soberanía y envió al célebre general Santa Anna. Luego de algunas batallas victoriosas ganadas por el ejército mexicano en San Patricio, Encinal del Perdido y El Álamo -que los periódicos presentaron a la opinión pública de Estados Unidos como la derrota de una causa sublime — Santa Anna fue vencido el 21 de abril en San Jacinto. Prisionero, fue obligado a firmar un tratado leonino (“Convenio Público”) en Puesto Velasco el 14 de mayo de 1836, en el cual quedaba convenido que los mexicanos se retirarían de Texas sobre la otra ribera del Río Bravo. El acuerdo preveía que “todas las propiedades particulares, incluyendo los caballos y los esclavos negros en manos del ejército mexicano o pasados a su bando, serían entregados al comandante de las fuerzas texanas”.
Las tropas texanas estaban mejor equipadas e impusieron un acuerdo que doce años más tarde iba a jugar un papel mayor en el proceso de descuartizamiento de México. El apoyo norteamericano a los aventureros texanos fue confirmado en los años cuarenta por el propio presidente John Tyler, quien declaró en relación a la secesión de Texas:
“La sola probabilidad de que pueda abolirse la esclavitud sobre tierras vecinas, ha de ser motivo suficiente para que procedamos a anexarlas”.
En 1835 Texas ingresó a la Unión como estado esclavista. La consigna durante la campaña electoral llevada a cabo por James Polk, (presidente de EEUU entre 1846 y 1850) y sucesor de Tyler había sido: “Anexión de Texas. 54*/40′ o la muerte”, alusión al nuevo límite de la frontera sur de los territorios arrebatados a los mexicanos.
LA ANEXIÓN DE NUEVO MÉXICO Y CALIFORNIA
Una vez consumada la anexión de Texas, el paso siguiente consistió en apoderarse de dos otras grandes provincias mexicanas: Nuevo México y California.
Texas, la ex provincia mexicana, apoyada por el gobierno de los EEUU, empezó a reclamar ciertos territorios que siempre habían pertenecido a México. Luego, una vez que Texas fue anexado por la Unión (1845), fue el propio gobierno norteamericano el que provocó y emprendió la guerra de conquista.
California -en cuyo suelo pronto se descubrirían ricas extensiones de minerales auríferos -, disponía de una población poco numerosa (sólo 1000 norteamericanos) sufrió varios ultrajes.
Primero, una expedición “científica” armada enviada por el presidente Polk y en enero de 1843, el desembarco de tropas al mando de un oficial de la marina yanqui, quien ocupó “por error” el puerto mexicano de Monterrey en California, debiendo reembarcar ante la determinación de las autoridades mexicanas. Alguien con dos dedos de frente creería que fue un “error”?
El pretexto esgrimido por EEUU que desencadenó la guerra, fue el enfrentamiento ocurrido en la aldea mexicana de “Carricitos”, entre tropas yanquis con una patrulla del ejército mexicano.
Polk anunció días más tarde en el Congreso que México había invadido el territorio de los EEUU, derramando sangre norteamericana.
La guerra fue entonces declarada y sólo algunas voces eminentes se levantaron para condenar el anexamiento provocado. Entre ellas, aquella de Abraham Lincoln, representante de Illinois:
“Sospecho que el presidente está profundamente convencido de hallarse en un lado incorrecto, que siente que la sangre de esta guerra, como la de Abel, clama desde la tierra contra él”.
El 4 de julio, cuando ya las hostilidades habían comenzado un grupo de aventureros yanquis proclamaron oportunamente la República del Oso de California, que tuvo sin embargo una vida efímera. Por eso es que ven a un “lindo” osito de peluche flameando en la bandera californiana.
Las tropas invasoras desembarcaron en Veracruz y luego de duros combates ocuparon Ciudad de México en septiembre de 1847. Una larga lista de batallas jalona esta guerra de conquista: Palo Alto, Monterrey, Angostura, Veracruz, Cerro Gordo, Padierna y Chapultepec.
El pueblo de Ciudad de México realizó manifestaciones contra el ocupante y las revueltas populares obligaron a las tropas norteamericanas a evacuar la ciudad. Al mismo tiempo, decenas de soldados irlandeses del batallón San Patrick desertaban rehusando continuar combatiendo contra un pueblo católico. Eran pobres y miserables que habían huido del hambre que azotaba a su país y habían sido enrolados para ir a combatir a los “bárbaros mexicanos”. Treinta y dos fueron colgados por deserción en la capital azteca. Vaya, todo en nombre de la civilización de estos bárbaros de sombrero de alas grandes.
Las hostilidades duraron hasta 1848, fecha en la que México debió firmar el Tratado de Guadalupe Hidalgo.
En diez años México había sido amputado de la mitad de su territorio.
En los años siguientes, el oro de California, seguido de la explotación del petróleo y del gas en Texas comenzarían, contribuyendo en gran medida al desarrollo de los Estados Unidos.
Pero una de las consecuencias más importantes será el secular resentimiento y rencor de los mexicanos ante esta expoliación que marcará de manera indeleble las relaciones entre los dos países. A partir de ahí, los mexicanos son extranjeros en su propia tierra. Y no solo eso, son expulsados y tratados como personas de segunda, en donde originalmente descansan sus antepasados. ¿Sabrá Obama esto, o se hace el desentendido?. El que tenga ojos que oiga, y el que tenga oídos, que escuche.
El sentimiento antiyanqui, latente en todo latinoamericano, nació en estas tierras mexicanas usurpadas.
A un presidente mexicano le gustaba repetir un antiguo refrán impregnado de fatalismo, que traduce la particular situación geográfica de su país, fuente de desgracia para su pueblo: “Tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos”.
Así, viendo esta pequeña cronología de robo, latrocinio y expoliación, solo quienes desconocen la historia, o tratan de ver para otro lado, no comprenderán el justo rencor del pueblo de Zapata ante los norteamericanos. Y es precisamente esta historia la que se debe de enraizar en el sentimiento colectivo de nuestros honrados ciudadanos, que son la inmensa mayoría, así entre nosotros se encuentren los Judas de siempre.
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¿QUIEN ES LA AMENAZA AQUÍ? (PARTE 2)
Siguiendo un poco con las intervenciones norteamericanas en américa Latina, ahora haremos una breve reseña de la historia paraguaya. Todo el mundo recuerda el golpe de estado constitucional que le perpetraron al sacerdote católico Fernando Lugo en el año 2012.
No fue casualidad que 3 instituciones acostumbradas a meter sus manos en nuestros procesos fueran las primeras en reconocer al nuevo gobierno de facto. La primera como era de esperar fueron los Estados Unidos de Norteamérica (no podía ser de otra forma), seguidos de sus acólitos canadienses y por último la institución que no le perdonaba al sacerdote su vocación progresista. El vaticano.
No en balde esta institución anquilosada en el tiempo ya había reprendido a los sacerdotes que en los años 80´s formaron parte de la revolución nicaragüense.
A Fernando Lugo los adversarios le enrostraron una crisis entre campesinos para acusarlo de las muertes entre esos mismos campesinos y policías gubernamentales. Claro, los muertos cayeron sobre sus espaldas, y todo eso fue tramado desde la embajada de un país que no hace falta mencionar.
Por ser algo reciente, ya sabemos cómo terminó esta esta afrenta a la institucionalidad paraguaya, con juicios sumarios y una velocidad nunca vista. El pueblo, fundamentándose en el derecho internacional y en el Art. 17° de la misma Constitución, denunció: que se habrían cometido serias violaciones al debido proceso, la falta de pruebas reales, la presentación de acusaciones falsas y la celeridad con la cual él se había realizado el juicio, durando en total menos de 48 horas y dando solo dos horas a la defensa para la presentación oral de su descargo en el Senado.
Pero ahora vamos a hablar de un poco de esta misma historia en la vida política del pueblo guaraní. Los invito a viajar en la historia.
ATROPELLO AL PUEBLO PARAGUAYO EN EL SIGLO XIX
En 1851 el gobierno de EEUU designó como Cónsul en Asunción a Edwards A. Hopkins, uno de los propietarios de la empresa marítima United States and Paraguay Navigation Company, domiciliada en Rhode Islands. (Que raro, desde esas épocas, las oligarquías gringas ya imponían la política exterior de los Estados Unidos)
Hopkins, ex marino y aventurero conocía Paraguay por haber vivido desde 1845. Provisto de cartas oficiales que lo acreditaban como agente del gobierno de los EEUU, logró introducirse en los círculos gubernamentales, conociendo de esta manera al presidente paraguayo Carlos Antonio López.
Una serie de intrigas donde se entremezclaban los ofrecimientos de mediación norteamericana ante países vecinos (manía de hacer conflictos fronterizos para mantenernos desunidos), destinada a defender a Paraguay en un litigio fronterizo, con asuntos privados e intereses de EEUU que querían utilizar el Paraná como vía fluvial, tuvo como resultado en 1854 la negativa del Paraguay de ratificar el Tratado de Comercio y Navegación.
La Paraguay Navigation Company fue sancionada ese año por haber infringido la legislación paraguaya, prohibiéndosele en el futuro toda operación en el país. Hopkins fue expulsado más tarde, por desacato luego de una confusa riña con soldados paraguayos. Me trae al recuerdo al comodoro Cornelius Vandervilt. ¿Por qué será?
De amigo del Paraguay y del presidente López se transformó en su acérrimo enemigo, desarrollando en los círculos oficiales y entre de los íntimos del presidente Pierce y luego Buchanan, una propaganda que alentaba una intervención militar norteamericana en dicho país , “país de berberiscos asiáticos, excrecencia del cuerpo internacional… menos civilizado que el sultanato de Moscato”, afirmando en sus diatribas que los sudamericanos eran bárbaros que tenían en consecuencia “que recibirán trato adecuado. Hablar con ellos es una pérdida de tiempo; hay que hablarles con nuestros cañones”. Vaya, pensaba muy parecido al filibustero William Walker, de ingrata memoria para Nicaragua. Zorros del mismo piñal. Solo le faltó decretar la esclavitud en el país sudamericano.
Es entonces cuando entró oportunamente en escena el Water Witch, navío de la marina norteamericana, que sobrepasando la autorización que se le había acordado, atravesó la frontera paraguaya llegando hasta el puerto brasileño de Corumba. Las autorizaciones de pasaje por el río fueron suspendidas y un decreto presidencial prohibió la navegación a los navíos de guerra extranjeros.
El 1° de febrero de 1855 el Water Witch, haciendo caso omiso del decreto paraguayo, trató de forzar el paso de un puesto fluvial militar en el Paraná.
El oficial de la guarnición paraguaya del fuerte de Itapirú que controlaba el acceso fluvial, le ordenó dar marcha atrás, tirando al aire dos salvas de advertencia. Ante la testarudez de los marinos norteamericanos, un cañonazo destruyó el timón causando la muerte del timonel del barco yanqui. El Water Witch fue arrastrado por las aguas del río, debiendo retirarse.
Comenzó entonces una gran campaña de prensa e intimidación para obligar a Paraguay a presentar sus excusas a EEUU. Finalmente en mayo de 1857, el Congreso de EEUU aprobó el envío de una “pequeña expedición” compuesta por veinte barcos que zarpó en octubre de ese año. Durante el brindis realizado por el éxito de la expedición, un oficial levantó su copa y en un rapto de desbordante exuberancia geopolítica expresó:
“Levanto mi copa… porque se terminen nuestras dificultades con Paraguay y que finalmente terminemos por anexar toda la cuenca del Río de la Plata…”. Cinismo a troche y moche.
Este deseo felizmente no se cumplirá.
Pero la “pequeña expedición” llegó a Paraguay a comienzos de 1859 y el presidente Carlos López debió ceder.
Paraguay presentó entonces sus excusas -culpable de haber hecho respetar su soberanía sobre su propio territorio-, indemnizando a la familia del marinero yanqui muerto durante la escaramuza frente al Fuerte de Itapirú y tuvo que aceptar, bajo la amenaza de la fuerza, el Tratado propuesto por EEUU. La United States Paraguay Navigation Company entabló por su parte un largo proceso contra el gobierno paraguayo, pero sus demandas fueron finalmente denegadas.
Esto último recuerda la nota Knox hacía el presidente de Nicaragua José Santos Zelaya. Pero ya habrá tiempo de llegar hacía ahí. Por el momento con esta pequeña reseña, hago saber que desde tiempos antiguos Estados Unidos sueña y seguirá soñando con tener a toda la América Latina como sus semi colonias. De ahí se desprende que sea para ellos Venezuela una amenaza. Y como bien lo señaló el presidente Daniel Ortega, la verdadera amenaza venezolana está en su ejemplo de soberanía, solidaridad y auto determinación. Eso para el águila imperial es más que una afrenta que se debe de callar a base de amenazas seguida de cañones. El mundo cambia y con el América Latina. Solo los EEUU persisten en sus intentos de dictar una política unilateral como si aún estuviéramos en el tiempo de sus títeres tropicales, de sus gorilas entrenados en la tristemente célebre escuela de las Américas de Panamá. Vaya ironía, y es precisamente en Panamá donde seguramente Obama tendrá que escuchar la voz libre de la América Latina, que unida en una sola voz le ha dicho que no aceptará más intervenciones de ninguna índole. Así lloren y pataleen sus peleles de estos lares.