por Luis Fernando Lamberg Carcovich*
La revolución puede tener una piel hermosa y unos ojos bellos;
pero esto no le basta para caminar.
Para caminar necesita apoyar los pies en el hueso ideológico,
afirmarse en las vértebras de la táctica y la estrategia,
sostenerse en la espina dorsal de la doctrina.
Compañero, compañera: sin ideología
podemos pensar que existen seres providenciales y apoyar con entusiasmo al sonriente deportista,
a la cautivante candidata
o al desconocido que tal vez traiga la alfombra voladora del futuro;
podemos creer que con la muerte de un oligarca terminó la oligarquía;
podemos ayudar a un gobierno que rechaza a los humildes,
descuidar al enemigo discutiendo
cuál azul es más azul o cual amarillo es más amarillo
o ahogarnos en un dedal de agua.
Sin ideología la revolución es una belleza invertebrada.
No basta con la amistad
porque podemos ser amigos de nuestras equivocaciones.
Ni siquiera basta con la lealtad
porque podemos ser leales con nuestros errores.
El amor es hermoso. Indudable.
Pero amar las sendas oscuras no conduce hacia la luz
ni amar la neblina sirve para orientarse.
Sin una ideología podemos pensar que es suficiente fijarse una meta
y dejar a los demás arreglarse como puedan;
podemos dejar de ser los jóvenes rebeldes
y convertirnos en ancianos sumisos o vendidos.
No existen los golpes de luz que aclaran los acontecimientos
ni la intuición profunda que se anticipa a la razón
ni la llama subconsciente
ni el caldero del brujo
ni los naipes adivinos
ni el triunfo irracional.
Compañero, compañera:
la revolución puede tener una piel hermosa
y unos ojos bellos;
pero eso no basta.
Abramos las puertas de la ideología
para que podamos dominar el mañana.
*Luis Fernando Lamberg Carcovich (Valparaíso, Chile, 7 de junio de 1928 – Caracas, Venezuela, 20 de febrero del 2011. Profesor y escritor de amplia trayectoria tanto en Chile como en Venezuela; cuenta con una vasta producción literaria en los géneros de poesía, cuento, fábulas, teatro, novela y ensayo.)