por David Gómez Rodríguez
@davidgomez_rp
El nuevo Presidente de México ha demostrado ser mucho más que un hombre maduro, está lleno de una voluntad, una moral y una constancia que se ha materializado en la conquista de la presidencia a partir de una lucha de muchos años junto a su pueblo. Evidentemente decir esto de esta manera tiene toda una intención, pues a pesar de que ciertamente la Revolución Bolivariana ha representado para el mundo y en especial para la región una influencia transformadora, pero sobretodo una esperanza popular, hoy esa responsabilidad debemos compartirla con México (aunque para algunos parezca prematuro). Con toda su investidura y liderazgo López Obrador lejos de ser un agente de Maduro es la posibilidad de madurar un proceso de transformación continental, que debe hacerse en unidad, como él bien lo ha dicho, con el ejemplo de Bolívar, Martí y Juárez.
Antes de las elecciones escribí que en México parece que cada vez que se acerca el amanecer llega un zorro y arrastra a la aurora con el hocico para que no aparezca, es la corrupción. No obstante, esta vez el zorro parece estar tan sarnoso que no puede con sus propias garrapatas, y comienza a iluminarse el horizonte, comienza a pintarse el cielo como si el sol fuese a aparecer para dejar al descubierto toda la miseria que hay que superar. Esa miseria la expuso Andrés López Obrador en su primer discurso como presidente, tocó temas muy sensibles y tomó decisiones de ejecución inmediata en varios respectos, que sobretodo llaman a reflexionar sobre el asunto moral en el ejercicio del servicio público, cuestión que habla mucho de su carácter. México no solo amanece con un nuevo Presidente, sino con la posibilidad real de unirse como país en torno a un proyecto de renovación que lo lleve a ser ejemplo de desarrollo y justicia social en el continente.
Algunos sectores indican que este líder no representa a la izquierda, pero como latinoamericano lo que nos debe importar sobretodo es que represente la dignidad, la integración, la independencia, el desarrollo humano, la democracia, la solidaridad y la justicia. La izquierda hoy parece estar carente de pueblo y es algo que debemos estudiar con urgencia, pues al termino izquierda muchas veces lo han llenado de clichés inútiles, es un debate que debemos dar dentro de los partidos y organizaciones sociales ¿Que estamos haciendo como izquierda hoy? ¿Somos realmente fuerzas políticas útiles para el pueblo y sus diversos sectores sociales? ¿Estamos siendo correspondientes tanto practica como discursivamente con este tiempo histórico?
En tal sentido, creo que hay que apostar por lo útil para la independencia, la justicia social y la integración regional, seamos pragmáticos en este asunto, pues si los valores antes mencionados se ejercen estaremos garantizando un proceso de transformación tan poderoso como el concepto de la dictadura del proletariado en el siglo XX. El socialismo no es un jugo instantáneo, desde Venezuela lo podemos decir con propiedad. El socialismo tampoco es una etiqueta, pues no nos vale de mucho gritar que somos marxista leninistas si no somos capaces de sembrar una semilla, desarmar a los oportunistas y ejercer “El golpe de timón”, es decir, si no garantizamos nuestra soberanía alimentaria, luchamos contra la corrupción y la ineficiencia, y organizamos el poder en tornos al Socialismo Bolivariano del siglo XXI creando una cultura y una estética para ello. No se es socialista porque se diga, basta recordad que la noción de verdad en el marxismo es la praxis. Entonces, más allá de los enunciados es vital comenzar un proceso que reivindique el concepto de democracia directa, producción intensiva y formación política. AMLO por su parte tiene retos similares en México (Quizá en una etapa inicial), pero no dependerá solo de su capacidad, sino de la de su partido, del tonelaje que tenga esa organización llamada MORENA para cargar con las aspiraciones históricas del pueblo y definir a corto, mediano y largo plazo un programa de lucha y una dinámica que le permita e ir creando un tejido social que rompa con lo establecido por la lógica de la corrupción, la dependencia y el coloniaje. Quizá en México no se esté hablando hoy de socialismo, pero se está hablando de democracia, y no hay concepto más peligroso en el presente para el sistema, pues es su forma revolucionaria termina convirtiéndose en poder popular.
Le corresponde a López Obrador ser un nuevo símbolo del alba, no solo para México sino para Nuestra América. Hasta ahora su estilo recuerda las formas de Pepe Mujica y los fondos del Comandante Hugo Chávez en sus primeros años como mandatario, esto sería un gran elogio para cualquier revolucionario. No obstante, nos tocará a nosotros, los pueblos, y a la historia juzgar si AMLO termina siendo, por su experiencia, por sus valores y por la importancia del país del que ahora es Presidente, el hombre que vuelva a encender en el continente los motores de una revolución mayor. Tiene una responsabilidad importante en los hombros, pues luego de la elección de Bolsonaro en Brasil y de Duque en Colombia el panorama se veía ensombrecido para los pueblos en la región, en este contexto Andrés López Obrador es un destello de esperanza, por cuanto todos y todas empeñamos un poco de nuestros corazones en su obrar. ¡Viva México, que tiene un pueblo tan recio como hermano!